Es justo reconocerlo: el gato común europeo es un gato de raza, al igual que el persa o el siamés. Es el descendiente directo del gato callejero, del llamado gato común, en resumen, del gato que desde siempre todos amamos y conocemos.
Orígenes
Es un gato que se ha debido conformar con sus orígenes comunes durante siglos, es más, milenios, y ha sido luego ennoblecido en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. Durante muchos años ha debido llevar a cabo duras luchas en la retaguardia antes de verse dotado de un estándar y de ser reconocido por la mayor parte de las asociaciones felinas. Ni siquiera molesto por la falta de consideración de que ha sido objeto, el gato común seguía su camino, resistiendo las vejaciones, sufriendo muchos suplicios, vilipendiado en numerosos países, acaso adulado en otros. Poco a poco se fue haciendo amigos sin llegar a convencer, no obstante, a los irreductibles, a los que, de manera totalmente gratuita, le atribuían todos los defectos o juraban que era un animal maléfico.
El Governing Council of the Cat Fancy desarrollaba en 1925 sus sesiones satisfecho de su propia rutina, cuando una intervención turbó la quietud de la más célebre institución felina británica. Un criador pidió la palabra para una comunicación que consideraba importante: «En el curso de nuestras reuniones -dijo, en síntesis- nos ocupamos y nos preocupamos del futuro de los gatos… Y esto nos honraría si pensáramos en todos los gatos. Nosotros, en cambio, parece que ignoráramos a aquellos que, después de todo, desde hace mucho tiempo, son los más numerosos entre nosotros y en todos los demás países… Me refiero a aquellos a los que llamamos, con expresión burlona «los gatos callejeros». Como a mí, también a vosotros os habrá ocurrido sin duda observarlos. ¿Habéis pensado que a menudo no tienen a nadie que les dé de comer, que los cuide, o que les ofrezca un refugio o incluso un hogar? Ellos deben, días tras día, procurarse solos la comida, defenderse contra los peligros que los amenazan, sufrir sin la más mínima protección el frío, el calor y la lluvia. Y bien, a pesar de todo, sobreviven, se mantienen saludables y consiguen reproducirse. ¡Propongo que por fin sean tomados en consideración, que se los ponga en el rango que merecen y que se establezca un estándar exclusivamente para ellos!».
British, luego american shorthair
Los participantes en la asamblea, con un único movimiento, sacudieron la cabeza, se consultaron y al fin aceptaron la propuesta del amigo del gato común: una nueva raza felina vio así la luz. Pero, en aquel período, Inglaterra era aislacionista y, aún más, proteccionista.
Puesto que la raza era de creación totalmente británica, convenía anglicanizar al recién llegado al gotha de los gatos. Por ello se le dio el nombre de british shorthair. Los primeros en seguir el ejemplo de los ingleses fueron los norteamericanos. Sin embargo, el american shorthair debió esperar a 1966 para obtener una «denominación de origen controlada». En el continente seguían torciendo la nariz: se podía admitir que el gato callejero podía ser un animal de compañía interesante, que sin duda valía más que sus apelativos, pero de allí a hacerle espacio en las jaulas de las exposiciones… Al final, el 1 de enero de 1983, la Federación Internacional Felina (FIFc) reconoció oficialmente al europeo y lo admitió para competir en su categoría. Más sagaces que la mayor parte de sus colegas, algunos criadores no habían esperado canto, y ya se habían ocupado de proceder a su selección para obtener un tipo bastante preciso -y muy hermoso- de «europeo refinado», que, sin embargo, conservaba la andadura, el aspecto y las cualidades de sus vecinos del tejado o del granero.
En Italia, en Francia, como en Bélgica o Suiza, se lo presentó a las exposiciones con la posibilidad de competir en su categoría y de obtener un título de campeón. Una curiosidad: este gato ya no era considerado como el gato común, pero aún no era el gato europeo, así que era llamado «gato casero».
Un gato no común
Un día, alguien preguntó a la escritora Colette: «¿Qué prefiere: los gatos de raza o los gatos comunes?», y ella respondió, con punzante ironía: «Mi querido señor, ¡no existen los gatos comunes! ¡Más bien, y usted me lo confirma […] existen las personas necias!». El gato europeo, en particular, no es en absoluto un tipo común. Ante todo, presenta una originalidad extraordinaria en su manto: innumerables matices de color, tonalidades, mezclas, aproximaciones, manchas pequeñas y grandes, jaspeados y atigraduras a veces totalmente distintas en gatitos de una misma carnada. Pero la particularidad más extraordinaria de este animal es su comportamiento. En efecto, una camada de cuatro o cinco gatitos está constituida por otras tantas individualidades: cada uno tiene un carácter específico y una personalidad bien definida. Incluso dándoles la misma educación, ofreciéndoles las mismas oportunidades, demostrando el mismo interés, tendrán siempre reacciones «personales». Numerosas experiencias han demostrado que el gato -sobre todo el gato europeo- está entre los animales más inteligentes que el hombre pueda encontrar.
A la inteligencia une la intuición
Es preciso añadir la intuición, un don que siempre se olvida de reconocerle, aunque lo manifieste a menudo. Una expresión lo caracteriza con exactitud: el gato europeo sabe hasta dónde puede llegar. Registra las cualidades y los defectos de su amo para aprovechar mejor lo que ha aprendido y consigue comprender también quién no lo quiere. Puesto en presencia de un extraño,
o se dirigirá directamente hacia la mano que se tiende para una caricia, o bien se retirará y bufará incluso si se sigue insistiendo.
Se le reprocha que es hipócrita y que araña la mano que lo acaricia. Si sucede esto, no es ciertamente por hipocresía: el europeo es un animal con los nervios a flor de piel, siempre alerta y sobre todo de buena memoria. En efecto, puede ser el recuerdo de antiguas vejaciones lo que provoque una respuesta agresiva a una caricia demasiado insistente. Bastará con no reaccionar bruscamente para que el gato se relaje y vuelva a ronronear, dispuesto de nuevo a dejarse mimar.
Una higiene que no tiene igual
El europeo es un gato extremadamente limpio que pasa mucho tiempo aseándose, asumiendo posiciones a veces extravagantes para llegar incluso a los rincones más «incómodos» de su cuerpo; por ejemplo, si mientras duerme sueña que está dormido sin haber conseguido una higiene impecable, abre inmediatamente los ojos y, después de echar una mirada en torno, se concede aún algunas lamidas antes de volver a precipitarse en el sueño. El europeo es, además, un buen cazador, con el ojo siempre atento a los ratones o a los pájaros; nunca se olvida de que la caza es su oficio y que precisamente a esta «habilidad» debe su supervivencia a través de siglos de guerras, invasiones, pestes y carencias. En los períodos más negros de su existencia, cuando se lo acusaba de todas las fechorías, incluso peores que la de entenderse con el diablo, se lo admitía, de todos modos, en la propia circunscripción porque no se encontraba un mejor medio de deshacerse de los roedores.
Al aceptar convertirse en un gato casero, el europeo ha debido adaptarse también a los condicionamientos que derivan de ello; vive muy bien en un apartamento, incluso de reducidas dimensiones, pero estará infinitamente más contento si se le ofrece un espacio mayor, por ejemplo una terraza o, mejor aún, un jardín. Es un gato robusto y dotado de un buen apetito, y, por tanto, para evitar que engorde excesivamente, el propietario debe cuidar escrupulosamente sus raciones, porque nuestro gato se muestra a veces más voraz de lo que debiera. El gato europeo se reproduce con facilidad y más frecuentemente que las demás razas. En la actualidad, las intervenciones quirúrgicas de esterilización, tanto para la hembra como para el macho, se han convertido en una costumbre.
El estándar
El gato europeo es robusto, fuerte y musculoso, con el pecho ancho y bien desarrollado. La cabeza es bastante ancha, los pómulos están bien desarrollados, el mentón es fuerte, la nariz recta; las orejas medianas, bien separadas, rectas y redondeadas en los extremos, pueden tener mechones; los ojos, muy expresivos, son redondos, bien distanciados y abiertos. La cola, espesa en la base y afilada en la punta, es de longitud media. Las patas son fuertes, sólidas y bien proporcionadas, las zarpas bien delineadas y redondas. El manto es corto, denso y brillante.